RELATOS MARIHUANOS
y los escritores adictos
Existe en la historia de la literatura universal una gran tradición de escritores drogadictos que siempre me ha fascinado. Baudelaire, Huxley, Lowry, Burroughs son solo algunos conocidos ejemplos. En este sentido, debemos sentirnos orgullosos con nuestros 3 grandes adictos sin necesidad de presentación: Julio Ramón Ribeyro, Alfredo Bryce Echenique y Jaime Bayly[1].
En el cuento-largo/novela-corta Solo para fumadores, Ribeyro rememora su vida a partir del primer cigarrillo de tabaco, sus viajes y las premuras que pasó debido a su adicción, la misma que lo llevó a la muerte, y a recordarnos una preciosa frase de Gide: Escribir es para mí un acto complementario al placer de fumar. Cuando la lees estando a kilómetros de casa, en medio de la nieve y sin dealer ni conocidos que salven, es todo un lujo disfrutar de los Camel (legales y con taxes) y comprender por qué Ribeyro sufría con lo caro que es cualquier vicio en el extranjero. El relato termina de la manera más feliz posible: o morir en su ley o vivir cagado, él decidió seguir fumando.
Bryce a lo largo de todas las novelas que le he leído (pocas para ser sincero) describe al protagonista /y su entorno/ pero sobretodo al protagonista como un ser que no pierde minuto alguno para seguir chupando: Lo que caiga, lo que haya, donde sea, si es en París y por la mujer que se fue con mayor razón, porque a las finales siempre existirá otra que lo dejará y de vuelta al círculo inicial. Claro que Martín Romaña o Juan Manuel Carpio o el tío Juan Lucas, pero sobre todo el primero, no solo chupaban debido a la depre, también cuando viajaban, que era la mayor parte del tiempo. Bryce sigue borracho y sigue publicando. No sé si plagiando pero el tufazo que despiden sus novelas es de por si exagerado y difícil de emular.
Leer a Bayly a los 15 años o te vuelve gay o te hace cocainómano /como también puede funcionar de repelente/ y en la Lima en la que creció debe haber sido la peor mierda si es que no se guardaba las apariencias. O sea si se es un conchudo como Gabriel Barrios, tímido marica en Fue ayer y no me acuerdo, y un gran conchadesumadre en La noche es virgen, que convertía sus verdes en blanca y de la más fina, la pura purita del negro aceituna; encerronas y rebotadas, noches y madrugadas con la fosas sangrando. Si quieren saber lo que es ser la peor mierda de cokero, maniacodepresivo y homosexual, no duden leer Fue ayer y no me acuerdo, no es su mejor obra pero sí la más tristemente dura. Tanta vergüenza le debió dar que mochó gran parte de la misma en la reedición última para Punto de Lectura. Mal, realmente mal. Porque el mejor Bayly fue el de los 90's: El marica visceral.
Todo esto solo a manera de introducción para un libro que fue publicado en diciembre pasado por Estruendomudo: Relatos Marihuanos de Niko Chiesa, legendario vocalista de la desaparecida /emblemática/ banda La Raza, quien no encontró mejor terapia para curar su pasión sobremedida hacia la Hierba Santa que escribir un relato cada que la gusaneada lo asechara.
Y no era de esperar menos con aquel compositor que acuñó los himnos ganyeros por excelencia del rock cholo: Aminowana del Demo y Legalayzen la marihuana del Cambio o destrucción (2000). Ambos álbumes contienen temas como Espíritu Latinoamericano, Sangre, Paz, Gente, Por amor, Desobedece, Juego Muerto . . . que se volvieron la banda sonora de mis tardes adolescentes y significaron la mejor manera de concientizarme sobre los problemas sociales, la ecología y la identidad nacional
-entre otros asuntos recontra positives-
Si bien Relatos Marihuanos es literariamente un bodrio (o sea en cuanto a técnica / no se le puede pedir a una avestruz que vuele) las experiencias contadas -porque el libro más parecieran sus memorias- son una delicia para todo aquel que sabe lo que es irse a la mierda por un buen cox. O sea, abstenerse no-cannábicos.
Otro acierto es la propensión Beat (hippie-mochilero-vago-malandrín-ganyero) de Nikoman que te lleva por los parajes más alejados y bellos del globo. Comenzando con la ciudad cliché de los aspirantes (inspirantes) a escritores en el siglo pasado: París. Los primeros relatos están ambientados allí, sin duda son lo menos logrado del libro debido al disforzamiento en mostrar algo "literario", sin embargo Relatos Marihuanos se levanta cuando el autor simplemente es él mismo, y Niko empieza a narrar cual si estuviera compartiendo un teba contigo.
Así te cuenta cómo se instaló en Barranco procedente de Buenos Aires para luego vivir un par de años en Cuzco, pasearse por Bolivia hasta llegar al paraíso de Bahía, visitar un pueblo de narcos en plena triple frontera Paraguaya-Brasileña-Argentina, entre otros sitios solo aptos para gente que no es dueña de sus actos; no sin terminar como jurado en la Copa Mundial de la Ganya 2006 celebrada en Amsterdam donde se vio obligado a lanzar 50 tipos de hierba de los mejores cultivos en solo 3 días.
Pu-ta-qué-Loko!!!
No sé cuántas desas historias sean ciertas, a las finales poco importa ya que son un completo cague de risa; en todas se respira aquel inconfundible aroma de la hierba y de un pata que la ha disfrutado por dokiera.
Y eso vale más que mil tipos intentando escribir huevadas "literarias" sin haber vivido ni mierda.
De todo lo leído me quedo con el relato final: Aminowana donde cuenta la historia detrás de la canción del mismo nombre (o sea, su historia con La Raza) y por qué quiere tanto a los policías.
Puede que Niko Chiesa no comparta la calidad literaria de los 3 narradores reseñados al inicio deste seudo ensayo, y solo tenga en común la adicción a cierto tipo de alucinógeno (y/o droga) además de plasmarla en una obra; y quizá suene un poco elitista, pero si has sido fanático de La Raza o te encanta la Cannabis, o ambas cosas: Relatos Marihuanos, sin duda alguna, te kemará.
[1] Obviamente deben haber muchos más, pero solo me limitaré a introducir el tema con estos narradores ultra-archi-recontra-Conocidos y que justamente dedicaron obras completas a su pasión . . . en el caso de Bayly __________líneas______muchas líneas_________