Ana había trabajado durante 15 años en una empresa donde entre otras cosas, le descontaban para el AFP, la CTS y la "Seguridad Social" . . . esta última jamás llegó a utilizar porque su salud había sido tan buena desde su contrato que a veces le daban ganas de enfermarse a propósito (deseos expresados como broma en alguna reunión de amigos) sin saber que su fatal destino le daría una pequeña ayuda.
Ahora se encontraba junto a su pareja, intentando conseguir una camilla para ser llevaba a cuidados intensivos. La sangre no detenía su curso y Ana con la conciencia perdida era interrogada por la enfermera que atendía en la puerta de emergencia –Nombre completo-, -¿qué no ves que está sangrado?-, -por favor, si usted colabora, los trámites serán más ágiles-, -Edad-, -¡pero se va a desangrar!- Ana continuaba pálida sin entender nada, mientras su enamorada loca de ira estaba a punto de asesinar a la inmutable enfermera –Dirección . . . Profesión . . . número de seguro . . . ¿cuál es el problema exactamente?- y su pareja estaba estallando cuando –lamentablemente en estos momentos no hay camas disponibles-, -¡puta ni que fuera hotel!-
En todo este lapso Ana estuvo de pie, con su mano derecha sostenía el pañuelo blanco que intentaba inútilmente contener el flujo de sangre emanando de su oreja destruida. Sin embargo, justo cuando faltaba poco para desvanecerse, llegó una silla de ruedas y fue conducida a una celda en el fondo de un pasillo repleto de gente herida: un señor con sus intestinos en una bolsa, un niño con ambos ojos reventados que no paraba de gritar, una chica desmayada y pálida que empezó a convulsionar, mientras los familiares de toda esa gente, llenaban hojas y más hojas de unos formularios en un idioma parecido al ruso. Ana no logró percatarse de nada de esto, ya que debido al exceso de sangre perdida en la hemorragia, había quedado inconciente.
Cuando despertó, se encontraba en una cama junto a muchas otras a su alrededor con gente igual o peor dañadas, la mayoría en las últimas. Logró escuchar en mono cómo el doctor y la enfermera discutían sobre su suerte –pero esta mujer ha perdido demasiada sangre-, -si hubiese llegado a tiempo-, -no creo que sobreviva, ya no podemos hacer nada más-, -hey sólo me han rozado, no es para tanto ¿o sí?-, -usted cállese, somos nosotros los profesionales-, -pero ¿es que no me van a operar?-, -¿para qué? si igual va a morirse pronto-, -su caso no tiene cura, no sólo ha perdido mucha sangre, sino que en estos momentos no contamos con ninguna de su tipo, y será muy difícil reponerla en caso de ser encontrada, en otras palabras, háganos el favor de morirse-, -ya lo escuchó y si lo dice el doctor . . . además ya mucho favor le estamos haciendo al tenerla aquí infectando el ambiente . . .-
Al día siguiente la pareja de Ana deseó ingresar a visitarla –¿cuál es su nombre?, ¿a qué paciente va a visitar? La hora de visitas ya terminó-, -disculpe pero la hora de visitas es de 3 a 5 y son solamente las 3 y media-, -esto es Emergencia y no puede ingresar-, -¿pero entonces?-, -tendrá que regresar mañana, hay muchos pacientes aquí-, -¿cuánto quiere?-, -¡Oiga!, ¡Usted me está insultando!- una señora se le acercó –hija, éste es el malo, no vale la pena discutir-, -pero bueno, quizás sólo está cumpliendo su trabajo-, -¿de qué hablas? es malo porque cobra mucho si quieres ver a un familiar en emergencia, los otros son más baratos-
Ana se dio cuenta que estaba sola frente al mundo, no tenía fuerzas para moverse, sentía como si todo el cuerpo le fuera a estallar. Volteó a su derecha, el roce de su herida con la almohada de piedra le hizo sentir tanto dolor y ardor como si la hubieran vuelto a balear. Alcanzó observar a una anciana con artritis que pedía algo de alivio para sus dolores y no cesaba de quejarse, mas las enfermeras la miraban y se reían sin asco, diciéndole –señora pero ya muérase ¿no?-, -está muy vieja como para seguir jodiendo ¿por qué demonios no se muere de una vez?-, -nosotros la estamos ayudando al no ayudarla- y continuaron con su vacilón, mientras chismeaban las últimas del hospital. A su izquierda otra mujer, con cáncer terminal, sufría al sentir cómo la sangre helada se iba introduciendo en sus venas, resistiéndose a la muerte y a los dolores de tener el cuerpo carcomido por dentro –señora, colabore por favor, no tiene sentido seguir luchando, muérase de una vez que necesitamos la cama para otros pacientes más importantes que usted-, -sí pues señora ¿quién es usted para quedarse aquí?-, -si tuviera dinero estaría en un clínica privada, ja, ja, ja ¿sí o no?-, -ja, ja, ja, tienes razón- Ana sabía que estaba perdida, y su pareja no llegaba.
Al fin vio llegar a su enamorada –te tienen tan sola, estás tan flaca, malditas sean-, -duele, duele el estar muriendo-, -te he traído un celular, cuando pase algo, sólo llámame-, -bueno-, -hasta que al fin el guachimán me permitió el paso, una señora me dijo que debía invitarle más que una gaseosa-, -son unas mierdas-, -siempre lo han sido, pero ya les tocará-, -me pusieron la sangre-, -sí la veo-, -duele demasiado, está helada-, -tienes que aguantar un poco, ya te pondrás bien-, -no lo creo, he perdido mucha sangre, si llego a salir de aquí, les haré un juicio por negligencia-, -tranquila, no te esfuerces-, -no me han descontado todos estos años para morirme de esta manera-, -en verdad este sitio es deprimente-, -¿y a quién esperabas . . . a Patch Adam’s? eso sólo ocurre en las películas, la gente se muere y ni siquiera le pueden ofrecer algo de dignidad- Ana intentaba al igual que su pareja contener las lágrimas, nunca habían llorado y menos lo harían ahora -no es sólo por la miseria que se ha pagado por este seguro, sino porque somos seres humanos y debemos ser tratados como tales-
La mañana en que Ana falleció, las enfermeras le habían colocado más sangre, con la única diferencia de que ésta no era de su tipo. Antes de dar su último respiro, pudo ver como los internos ya tenían afilados los bisturís para extraer cuanto órgano servible encontraran –acá en su DNI dice bien claro: "donación de órganos: Sí”-, -bueno ¿y qué estamos esperando?-, -¡que empiece la carnicería!-
Aunque no suelo decir esto, lo que ustedes acaban de leer está basado en un hecho de la vida real, algo exagerado por supuesto, pero muy cerca a lo que en verdad sucedió. Aquella persona no tuvo la dicha de tener a un payaso haciéndola cagarse de risa hasta la muerte, sólo un cúmulo de enfermeras, médicos, administrativos y personal de seguridad que sin una sola pizca de humanidad le dijeron en su cara, y la de sus familiares, que iba a morirse y que dejara de joderlos porque tenían mejores cosas que hacer como ver la novela de las 4.
Está bien, todos vamos a morir, pero por lo menos no den tantas ganas de levantarse y sacarles la mierda ¿para eso han estudiado tanto?, ¿dónde quedó su bioética? Todo esto me trae a la memoria a Molière y su tan vigente definición de un médico: "Aquel hombre a quien se le paga para que cuente tonterías en el cuarto de un enfermo hasta que la naturaleza cure a éste o los remedios lo maten".
Descansa en paz amiga Esther.