En el último libro de Elton Honores titulado La división del laberinto. Estudios
sobre la narrativa fantástica peruana contemporánea (1980-2015), y publicado por Polisemia en diciembre pasado, se incluye su ensayo "Zombis en Lima o el paroximo en el fin de los tiempos", conferencia magistral presentada en el III Congreso Nacional de Escritores de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción Peruana, en la Casa de la Literatura Peruana el sábado 23 de febrero del 2013 a las 15 horas.
Tantos años habían pasado y yo ni enterado que esta vapuleada novela sí había sido citada y reseñada críticamente por alguien. Lo mejor es que Ven ten mi muerte (Orem, 2012) ha sido analizada junto a cuentos de patas generacionales como "Un zombi ilustrado" de Gabriel Canessa o "El último zombi virgen" de Pierre Castro, con quienes compartimos más el humor negro antes que el horror que sí aparece en el caso de Hans Rothgiesser, autor de Requiem por Lima (2013) y Requiem por San Borja (2016), que junto a Charles Huamaní y Luis Apolín Montes, también han escrito sobre el tema zombi, de este modo te informa de manera más que didáctica sobre la evolución de esta pegada a nivel nacional.
A continuación, cito el pasaje:
"2012 reanimó esta narrativa del apocalipsis y la figura del
zombie. Gonzalo del Rosario (Trujillo, 1986) publica la novela Ven ten mi
muerte I. Una balada, la primera parte de una trilogía. Presentada como un
manuscrito del pasado de un futuro próximo, se trata de una novela de amor
enmarcada en la presencia zombi, que no llega a explicarse. Los personajes son
dos post-adolescentes caracterizados por el uso de la tecnología y referencias
al cine, fútbol, rock y la cultura de masas. Él sufre de un ataque zombi por el
cual es infectado y lo que viene después no es otra cosa que la pura
sobrevivencia frente a los zombis y el lento proceso de metamorfosis que lleva
a preguntarnos sobre los límites del amor. Las pulsiones de los personajes son
de goce, buscan el sexo en medio del horror. La novela tiene varias escenas
pornográficas ya que insisten directamente en lo puramente corporal. Recurre
también a la representación del registro oral tanto para las escenas de amor como
para la violencia explícita. En un momento del relato se introduce la ideología
de izquierda para darle un sustento más político a la novela, pero no logra
articularse plenamente, aunque le sirve al narrador para deslizar la idea del
zombi hambriento “reclamando por el pan y la libertad” (24). Otros dilemas son
de tipo generacional:
Cuando se conocieron ella escuchaba Paramore, adoraba a
Paramore y leía Crepúsculo y Harry Potter, a él le llegaban al pincho todas esas huevadas emos, el no era emo, él era
vintage (…) él pensaba que (Edward) ese vampiro o era el más monse o el más gay
del mundo (…) a ella le encantaba ese bodrio llamado Glee, claro que no hubiese
habido Glee sin antes un High School Musical o un Camp Rock o toda esa babosada
con la que intentaron hacernos crecer (…) (45-46).
La novela recoge un soundtrack que va de lo hardcore a lo
indie o alternativo pasando por el pop, a través de grupos como Paramore o Arctic
Monkeys, principalmente. Se inscribe así en una tendencia reciente de la
literatura peruana, que piensa la narración desde la experiencia musical" (pp. 129-130).
Fuente:
HONORES, Elton (2017). La división del laberinto. Estudios
sobre la narrativa fantástica peruana contemporánea (1980-2015). Lima: Polisemia.