Los Pave pavas y las aventuras de Del Rosario
Hace unos días, en una feria universitaria de libros, acompañado de un tío con aires de jurista, encontré uno de los libros más hilarantes que haya podido leer en los últimos tiempos: Pave pavas, del irreverente escritor trujillano Gonzalo del Rosario, título editado por la editorial especializada PBC Ediciones, de Jules Verde y compañía.
De inmediato compré el Pave pavas, escogiéndolo entre otros muchos libros de colección, y lo guardé en mi mochila para la “hora adecuada”, mientras sentí la expresión de extrañeza de mi joven amigo, extrañeza que se advertía en su inminente y a la vez clásica pregunta, ¿de qué trata el libro?, haciendo un mohín al advertir la portada de mi más reciente adquisición bibliográfica. Sin embargo, pude entender dicho asombro mezclado con disgusto, pues, acostumbrados como los jóvenes abogados están, únicamente consultan, ya sea por placer o fuerza mayor, libros de leyes, doctrina, códigos, prejuzgando otro tipo de textos, obviando, las más de las veces, muchas joyas de la literatura peruana y universal que, a priori, ningún filósofo, jurista o científico que se respete podría obviar (¿cómo obviar a Dostoviesky, Victor Hugo, Cervantes, Camus, Vallejo, Borges, Capot, Rulfo, MVLL, Cortázar, García Márquez, Poe, etc., etc.?).
Es un libro de crónicas, le dije, y el joven jurista se quedó calmado, ad solemnitatem, pensando tal vez, para sus adentros, pero qué clase de lecturas tiene este tipo. Pero no dijo más, felizmente. De lo contrario, nos hubiéramos enfrascado en un extenso debate, a fin de revertir las ya viejas y conocidas falacias que utilizan algunos jóvenes académicos en pro de la vanidad estudiantil.
Pero volvamos al asunto literario del Pave pavas. ¿Qué es el Pave pavas? Siguiendo el estilo del periodismo gonzo, las crónicas que conforman esta reciente publicación de Del Rosario me hizo recordar (como un mazazo en la cabeza) aquel viejo libro de crónicas que leí hace muchos años titulado Ay qué rico (¡tremendo libro!, tiene un prólogo del poeta Antonio Cisneros, ni más ni menos), de Jaime Bedoya, escrito en 1991 y editado por Mosca Azul Editores. Con una prosa breve y altamente literaria, Ay qué rico describe costumbres como hechos noticiosos de gente de a pie, caricaturizando, por ejemplo, a boxeadores, románticos delincuentes, vírgenes que lloran, cambistas, homicidas, prostitutas, peperas y toda la fauna de los conciertos chicha de antaño y sus fatales desenlaces. De igual manera, el Pave pavas, con el mismo estilo periodístico y literario, describe aventuras, riesgos y prejuicios que sufren a diario los distintos consumidores de cannabis, en diversas partes del país, además de retratar, con honestidad, la idiosiosincracia de sus personajes como fumadores de la “yerba de la paz”. Se podría decir que Pave pavas y Ay qué rico son libros como primos hermanos, en el sentido de que ambos captan costumbres sociales, de diferentes décadas y sectores, haciendo uso de buenas dosis de humor ácido y humor negro, respectivamente.
Los personajes del Pave pavas son jóvenes adictos que existen en la vida real, a quienes, si uno agudiza la vista y el olfato de lector, se les podría identificar. Muchos de estos desfilan por las páginas del libro encasillados en su papel, con voz propia, desde la óptica humorística del autor, ya sea como creador de los mismos o criatura de sus propias crónicas de no ficción.
La regla general del Pave pavas es el humor; sin embargo, por momentos se advierte una burla despiadada, tanto de los consumidores como de los no consumidores del cannabis. Es inolvidable aquella escena donde dos estudiantes universitarios están lanzando en el Paseo de las letras, y al ser intervenidos por agentes de la policía, logran burlar dichas diligencias policiales con ingenio, sorna y descaro. Otro relato, paradigmático y sublime, es aquel donde el narrador-personaje, en un evento cultural desarrollado en la Alianza Francesa, se manda con un rap frente al establishment de la cultura liberteña, soltando unas rimas realmente sórdidas, pornográficas y provocadoras que, a más de un académico moralista, hubiera podido escandalizar.
Si cada crónica del libro fuera simbólicamente un “pavepavas” (cigarrillo hecho de residuos de residuos de cigarrillos de marihuana) se podría decir, justamente, que la crónica titulada “Oda a la marimba en la petitte Aliance” es la pava más stone y lograda de todos los textos. El misterio del nombre del libro se deja entrever –el autor lo explica de forma expresa–, conforme se avanza en su lectura.
Uno de los prejuicios más comunes y descabellados de la marihuana es que la yerba te vuelve agresivo y rebelde. Sin embargo, el doctor. J. L Simmons, en su libro Mariguana, Mitos y Realidades, concluye afirmando que “la reputación de la marihuana de que excita al crimen no tiene fundamento”.
Por otra parte, debo confesar que Pave pavas, desde un punto de vista estrictamente literario, también me hizo recordar la lectura de la novela ¡Qué viva la música!, del escritor colombiano Andrés Caicedo. No porque estos libros pertenezcan a un mismo estilo o género literario, sino que devienen, sustancialmente, a través de los festivos usos del lenguaje, en placeres estéticos e intelectuales, además de aludir con alborozo y psicodelia a diversos iconos de la cultura pop, la cultura poética y literaria, el guaguancó y diversas estrellas de la salsa y el rock, finalizando, ambas obras literarias, con soundtrack especializado que enriquece sobremanera la lectura.
hubo tiempo en que era ilegal.
Pero hermano nuestra mente cambió,
y hoy no podemos seguir con esta tradición, no.
Pero hermano nuestra mente cambió,
y hoy no podemos seguir con esta tradición, no.
Roberto Bolaño decía que hay una literatura para cuando estas aburrido, calmado, triste, ávido de conocimiento, y otra para cuando estás desesperado. Probablemente Pave pavas sea un tipo de literatura, además de todo eso, para lanzar y desahuevar prejuicios, en palabras del poeta mayor Charles Baudelaire, al hipócrita lector.
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