viernes, noviembre 02, 2012

Cuentos pa' Kemarse en la UNT



El efecto de apertura y clausura de la canción “Bigmouth strikes again” en el cuento 'Dimensión' del libro Cuentos pa’ kemarse de Gonzalo Del Rosario

Por: Marisol Dominguez Vergara
(estudiante de cuarto año de Lengua y Literatura en la UNT para el curso de Literatura Regional)

Para leer Cuentos pa’ kemarse hay que tener cierto conocimiento de la cultura pop, porque muchas partes de este libro reposan ligeramente en ella. El lenguaje juvenil y contemporáneo que se maneja en los cuentos –en uno que otro con cierto aire de prosa poética- constituye la dirección que el autor, muchacho urbano en base 2, tiene: un público joven como él, que se divierta con estos cuentos; si bien con tramas fantásticas y absurdas, manejados en un estilo coloquial. El cuento de mi objeto es Dimensión.


Lo primero que se nota, antes de adentrarse a la irreverente trama, es que el narrador no es homogéneo: empieza una voz omnisciente, para luego combinarse con la voz de varios de los personajes; principalmente, Karen, la protagonista, que inicia con un monólogo interior.

La división sucede en el cuarto párrafo, luego de la transcripción de parte de la letra de la canción “Bigmouth strikes again” (El bocotas ataca otra vez) de TheSmiths. Inmediatamente después de ese momento, se entrecruzan los narradores.


… ¿Por qué me habré colocado tan detrás? ya empieza a subir más gente… ta mare, No, cómo me llega esto de frotarme con todos para escapar de este sitio de mierda, aunque la música no está tan mala, pucha, ¿cuál es el afán de subir más gente si todavía estamos en la ciudad?, ¿habla, vas?, ¿habla, vas? ¿Acaso te ha dicho que quiere ir?, ¿te ha hecho alguna seña? (…) (p. 14)


A raíz del comentario -mental- de Karen sobre la única buena música que hay en el micro (la radio Z Rock & Pop ya no tiene estación FM en Trujillo en el presente) es que aparece este fragmento de la canción.

En este punto hay dos asuntos: primero, saber inglés para no perderse lo que está diciendo el cantante; y no porque vaya a resultar esencial en el desarrollo del cuento –no sucede así-, sino por no ser ajeno a lo que transmite la escena. En caso de no saber inglés, que sospecho será la situación de la mayoría de los lectores trujillanos, se recurre a la traducción, cosa que he hecho yo.

El segundo asunto es identificar, según la nota al pie de la página 14, qué artista y cuál de sus canciones es la que, en el momento en que Karen ya estaba en el micro, sonaba. Pudo haber sido cualquier canción de los ochenta, como indica la protagonista en el párrafo tres; o, simplemente, no haber transcrito la letra y tan solo dejar al lector que imagine la canción ochentera que le parezca.

Resulta suficiente, por lo leído, saber que quien interpreta la canción es una banda llama TheSmiths; sobreentendiendo, un grupo de rock en inglés de los ochenta. Para efectos del cuento no es necesario recurrir a información de la banda, si siguen vigentes, de dónde son, etc.

Pero si la idea es entrar en el cuento, con el refuerzo lúdico del narrador múltiple -que no es más que una estrategia para parcializar al narrador omnisciente, ya que las voces de los otros personajes son sus diálogos no presentados por él-, resulta una medida de curiosidad escuchar la canción y, por qué no, ubicar un poco de la historia de la banda.


A este innecesario proceso me refiero con la referencia a la cultura pop que el autor ha puesto en sus narraciones. No se trata solo de poner el nombre de una banda de rock en inglés, meterla como sea por el comentario de un personaje, o, como sucede en Dimensión, porque en los transportes urbanos los conductores suelen sintonizar una estación radial. La referencia sería una muestra pura de alienación esnobista si no fuera por el ambiente, la situación en la que tiene lugar.

Retrocedo al párrafo tres, donde el narrador omnisciente, interpretando a Karen, dice que en el “micro apestoso” “no habían puesto música tan mala; felizmente el cobrador o el chofer no estaba tan ubicado dentro del común-denominador de su gremio y había sintonizado Z”, “la única radio pasable (y esto es) que sonaba en Trujillo” (P. 13). Karen es una chica abierta a las tendencias extranjeras (como, básicamente, toda persona con conciencia global), y ha adoptado ciertos cánones típicos de música, como se acaba de mostrar, y de literatura, como se verá más adelante.

Para no desenrollar el asunto a otro campo de estudio, que una persona, en este caso, de Latinoamérica, de un país como Perú, de una ciudad costeña como Trujillo, esté a gusto con la cultura musical de otro lugar, como lo es EE.UU. y Europa, es una muestra de realidad intercultural.

El común-denominador al que se refiere se entiende que es lo local, o sea, cumbia, chicha, rock peruano, reggaetón, etc., y la intención de los pensamientos de Karen puede parecer inferiorizante, pero es diferencial al fin y al cabo. Es una dicotomía que sucede a lo largo del cuento: cuando ocurre el traslado a otra dimensión, Karen es la única que no se preocupa por lo sucedido y se pone a leer un libro, una novela de Steinbeck. No lo hace porque quiera parecer intelectual; sino porque, realmente, no le preocupa lo que está pasando. Que, luego, se ponga a hablar de literatura con el chico al que identificó al comienzo como un pata leyendo Mario Bunge es otra muestra del estado en el que se mantiene. Ella no es más inteligente y sabia que los demás por ponerse a leer Steinbeck y hablar de Literatura con Juan Manuel Carpio, mientras los demás se desesperan, se avientan a la madre y se pelean por su mochila “mágica”.

El fondo del argumento no es cómo son las personas que suelen subir a un micro en la ciudad de Trujillo; si le hacen caso a las tendencias culturales de los países con más imposición cultural en el mundo, si conocen ciertas canciones en inglés y las cantan sin saber lo que dicen. Es Karen, que está aburrida, estancada sin quererlo en un momento desagradable, como lo es viajar en micro a su casa, que también detesta. Y lo único que le da un respiro es la canción “Big mouth strikes again”: he ahí la importancia de trasladar la letra.


Ya expliqué lo que significa la aparición de ese fragmento de la canción en el cuento. Es como una pauta inicial; la narración se pone enfática desde ese momento. Ya habiéndose dado el caos entre los pasajeros, el cobrador y el chofer, llegando a proporciones sobrenaturales y sin explicación, Karen –Flor a secas para todo ellos- sigue ajena a ellos. Es como si no tuviera nada que ver con ella; como si siguiera viajando rumbo a su casa, leyendo para no aburrirse. “Pasaban leyendo las horas, los días o el tiempo que fuese, al final de cuentas, éste no existía.” (P. 18). Por ello, el suceso aislado de lo que hace Karen respecto al increíble suceso que perturba a los demás -exceptuando a Juan Manuel Carpio, su compañero en lecturas- sigue señalizado por la canción de TheSmiths. El cuento finaliza con otro fragmento de la canción: sigue sonando lo único que no desagradó a Karen al subir al micro en el que ahora estaba, sin importarle, perdida. Puede ser, incluso, en una situación simbólica, surrealista, que ella está tan hermética en tan solo hacer ese viaje indeseado, quelo que está pasando, el descabellado traslado a otra dimensión, no esté sucediendo en realidad. Suceda o no, Karen solo está atenta a “Big mouth strikes again”.


Concluyo, de esta manera, que la aventura que da título al cuento es paralela a la situación de Karen; división marcada por la presencia de la letra de la canción “Big mouth strikes again” de The Smiths, que funciona para abrir y cerrar la experiencia propia de la protagonista mientras se traslada, cotidiana y monótonamente, de un lugar a otro en la ciudad de Trujillo en un micro.

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