DIMENSIÓN
Karen subió al micro, hacía rato que quería largarse a casa, a alguna casa, para encontrar . . . bueno, no encontraría nada interesante, salvo que tenía trabajos por terminar y ver cómo haría para descansar un poco entre la diske-música-punk puesta por su hermana menor en la computadora y los gemidos de su otra hermana haciéndolo con el arriola de su enamorado.
¿Quería realmente retornar a esa casa? Sus padres trabajaban en el extranjero, ellas tres vivían solas desde hacía tres años. No se hablaban a menos que fuera para gritarse y empezar una bronca más; se odiaban o sea nada fuera de lo común ¿Qué le quedaba? Seguirían siendo hermanas para siempre, a menos que su deseo más preciado se cumpliera: Largarse pronto de allí.
Karen subió al micro, hacía rato que quería largarse a casa, a alguna casa, para encontrar . . . bueno, no encontraría nada interesante, salvo que tenía trabajos por terminar y ver cómo haría para descansar un poco entre la diske-música-punk puesta por su hermana menor en la computadora y los gemidos de su otra hermana haciéndolo con el arriola de su enamorado.
¿Quería realmente retornar a esa casa? Sus padres trabajaban en el extranjero, ellas tres vivían solas desde hacía tres años. No se hablaban a menos que fuera para gritarse y empezar una bronca más; se odiaban o sea nada fuera de lo común ¿Qué le quedaba? Seguirían siendo hermanas para siempre, a menos que su deseo más preciado se cumpliera: Largarse pronto de allí.
Karen continuaba en el micro apestoso donde no habían puesto música tan mala, felizmente el cobrador o el chofer no estaban tan ubicados dentro del común-denominador cultural de su gremio y habían sintonizado Z, de este modo, en el micro de regreso, podría pasear sus oídos con alguno de esos veintiúnicos temas ochenteros de la única radio pasable (y esto es) que sonaba en Trujillo.
Sweetness, sweetness I was only jokin’ When I said I'd like to smash every tooth in your head[1] . . . ¿Por qué me habré colocado tan detrás? ya empieza a subir más gente . . . ta mare, no, cómo me llega eso de frotarme con todos para escapar de este sitio de mierda, aunque la música no está tan mala, pucha ¿cuál es el afán de subir más gente, si todavía estamos en la ciudad?, ¿habla vas?, ¿habla vas?, ¿Acaso te ha dicho que quiere ir?, ¿te ha hecho alguna seña? o ¿es que piensas que al ver tu asqueroso rostro, todas van a querer subir al micro así las lleve al otro extremo de la ciudad solo por la dicha de pasar el rato contigo?
¿Y este pata?, ¿qué está leyendo? . . . Mario Bunge . . . debe de ser cachimbo, siempre les hacen leer eso ¿qué estará estudiando? se nota chancón, debe de ser de esos tipos que memorizan, hablan y no entienden ni lo que exponen ¿en dónde bajará?, ¿y a mí qué me importa donde baje? Quiero sentarme, aunque he estado sentada toda la mañana, y en la tarde también, entonces quiero dormir ¿qué tanta bulla hacen este par? -oe sí tío, te digo que ése won hace dos semanas que sigue sentado-, -¿en el mismo lugar?, ¿y no va al baño?-
Karen llevaba su mochila en la espalda. No le importaba si le llegaban a abrir algún cierre ya que nunca cargaba nada importante, al menos eso creía: una botella de agua sin gas, una bolsa de bizcochos y un libro de Steinbeck.
Ella trataba de aislarse de la bulla, los malos olores y las miradas indiscretas que sabía se dirigían a su jean al cuete (y no solo las miradas). Cerró los ojos unos segundos ¿por qué no se podrán cerrar los oídos cuando uno no quiere escuchar nada?, ¿y la nariz a los malos olores? Como si cerrando los ojos se solucionara, no creo que pudiera cerrar mis fosas nasales sin morir ¿y si lo intento?
La gente subiendo y bajando alteraba sus nervios, junto con la puerta abierta de golpe, el micro acelerando, los colegiales rozándola intencionalmente, el cobrador y sus sabias exhortaciones -a ver apéguese bien . . . al fondo hay sitio . . . pie de derecho . . . dale que no hay tombo . . . a ver pasaje, pasaje pe conchesumare . . .- hasta que en el mismo instante que el micro iba volteando de la avenida España hacia Unión y se acercaba a la Iglesia, previa recargada de gente, y Karen reabría sus párpados, durante esos segundos, todo pareció cambiar.
Nadie se percató hasta que el chofer detuvo el micro de golpe sacando de su estupor a los pasajeros, quienes centraron su mirada en el exterior -pero esto no es Trujillo ¿di?-, -¿en dónde estamos, ah?-, -tranquilos, debe de ser un momento-, -¡Qué momento mierda!, ¡No ves que esto no es Trujillo!- en realidad, podría serlo, nada comprobaba lo contrario.
Los niños entraron en pánico, nadie comprendía lo que había pasado. Por qué la ciudad había desaparecido y por qué ahora transitaban en aquel terreno descampado. Sin árboles, agua u otros seres humanos; ni siquiera luna o sol. No era de noche ni de día, pero todo el lugar estaba iluminado por una claridad vespertina. Sabían que caminaban sobre tierra, o mas bien parecía que pisaban el suelo de tartán de una pista atlética -debemos de organizarnos-, -no, no, primero quiero saber ¡En dónde estamos!-, -eso mismo quisiera preguntarte-, -pero, pero, no es posible, voy a hacer una llamada . . . a ver, a ver, no, NO ¡NO!- el hombre presionó todos los botones -¡¿Alguien tiene crédito?!-
Karen los miraba en completo mutismo -tengo que avisar a mi familia, debo de comunicarles dónde estoy-, -¿pero cómo?-, -yo también tengo familia-, -yo tengo una reunión de trabajo muy importante-, -mi flaca debe de estar esperándome, putamare, ahora sí que se va a asar- abrió su mochila y se sentó a leer alejada del resto y sus problemas.
La gente seguía discutiendo, los niños llorando, los jóvenes buscaban las posibles causas de lo sucedido, pero Karen seguía entretenida con la clásica ironía moral Stenbeckiana -señorita ¿qué está haciendo?- Karen levantó la mirada -¿estoy leyendo?-, -venga que estamos discutiendo sobre cómo hacer para salir de aquí- pero yo no quiero salir, me gusta este sitio, si no fuera porque tengo que compartirlo con ustedes, seres humanos desesperantes, sería perfecto, pero en fin -apóyenos-
Introdujo la novela en su mochila y se vio obligada a atenderlos -hagamos una expedición para encontrar una salida ¿no creen?-, -sí, quizás hayan más personas a la redonda-, -¿y si no hay nadie?-, -¿y la comida?, ¿el agua?, ¿alguien tiene un poco?- Karen odiaba cuando eso sucedía, le llegaba prestar sus cosas y sobre todo que la gente sea tan conchuda de no estar preparada para cuando su micro atravesara un portal hacia otra dimensión.
Sacó su botella de agua, bebió un poco y se lo pasó a la señora que preguntaba por la comida -flakita, luego me pasas a mí pe-, -no, yo primero-, -no ¡Yo!-, -¡Calla huevonazo!-, -¡A quién chucha callas conchatumare que por tu culpa estamos acá!-, -¡Por mi culpa! Mierda, yo solo conducía, si tú . . . -, -¿Conducía? si te hubieses ganado, si tan solo-, -¡CÁLMENSE! no es momento para discusiones sin sentido, debemos hacer algo y rápido-, -¿y los niños? ellos van a sufrir la falta de alimentos y comida- Karen metió instintivamente la mano en su mochila y sacó otra botella -¿flakita tendrás otra?-, -sí, toma- mentía -pero flakita ¿no te quedarás sin nada?-, -para nada mi mochila es la despensa de la tercera dimensión- lo dijo con su natural sarcasmo, pero cada vez que metía la mano en su mochila, sacaba otra botella, y toda la gente empezó a pedirle agua hasta írsele encima. Entonces Karen dejó la mochila donde estaba y se alejó porque odiaba cualquier contacto con desconocidos -¡CALMA!, ¡CALMA!, ¡Más respeto con la muchacha, Carajo!- uno de los tipos, el que tenía ahora la mochila, metió su mano y no encontró nada -esto está vacío-, -seguro que funciona con la mano de la flaca-, -a ver señorita ¿podría hacernos el favor?- sacó otra botella y de paso los bizcochos que había comprado -gracias señorita-, -pero díganos ¿cuál es su nombre?-, -flor-, -¿flor?-, -Flor a Secas- Karen recordó cuando su enamorado le dijo que aquella fue la parte que más le había gustado de esa novela de Bryce. No dudó en llamarse así en su memoria. Al final de cuentas, qué importaba un nombre en aquel lugar.
-Yastá, hemos preparado la expedición, nos iremos a investigar si hay agua, comida, animales, civilización-, -o estamos realmente jodidos-, -eso mismo-
Al menos no tendría problemas, solo quería leer un poco y descansar. Cuando quiso ver la hora, las manecillas no se movían -lo mismo me pasó, y a los demás también con sus relojes y celulares- era el chico que había estado leyendo a Bunge en el micro -este sitio es bien raro, pero al menos tenemos comida y fruta, no sé hasta cuando pero de mi mochila salen manzanas-, -¿cómo te llamas?-, -Juan Manuel Carpio-
A ella no le importó si era o no su verdadero nombre. La pasaron platicando sobre literatura, música, cine -no sé en dónde nos encontramos, pero no puede ser más jodido que el otro mundo, ése de donde venimos- por fin tenía con quien conversar, alguien que no viviera para preguntar: ¡Cómo carajo vamos a salir de aquí! -Flor ¿no te ha pasado esto? Hace un rato terminé de leer a Bunge, en realidad me aburrió y lo guardé en mi mochila pensando en ¿por qué no había traído ese libro de Capote que estaba leyendo en casa?-, -¿cuál de todos?-, -A sangre fría-, -ah, chévere ¿viste la película?-, -no, todavía, quiero leer el libro y de allí comprarla-, -¿y qué pasa con Capote?-, -que en cuanto me hice de la idea que no pasaba nada, veo mi mochila, saco un libro-, -¿A sangre fría?-, -¡Sí!-, -Manya, a ver voy a sacar un libro que nunca haya podido leer, bueno conseguir . . .-, -¿Ulises?- El grito de alegría que lanzó la pareja, llamó la atención de las señoras y sus hijos, quienes pensaron que ya se habían vuelto locos.
Nadie los iba a entender, y no esperaban que lo hicieran. Pasaban leyendo las horas, los días o el tiempo fuese, al final de cuentas, éste no existía. Tampoco dormían o sentían cansancio, lo cual es formidable para cualquier bibliófilo. Quienes sí estaban cansados y desesperados eran los demás, los hombres y las mujeres adultas, los cuales seguían ideando planes de fuga, y sentían los estragos de todo este sin sentido, aunque no envejecían.
Luego comprobaron que no necesitaban comer o beber porque tampoco tenían ni hambre ni sed. Los niños jugaban entre ellos y al terminar, iban donde Flor a Secas (Karen) y Juan Manuel Carpio (¿…?) a curiosear -¿qué leen?- La pareja se mandaba con historias de Saramago, Kundera, Hesse o Camus, entonces los niños llamaban a sus madres y se sentaban en círculo.
Los hombres seguían yendo, viniendo y nunca encontraban la salida; menos comunicación, civilización, vegetación, nada. Andaban exasperados ideando la manera de escapar para no alocarse. Otros pensaban en sus empresas, sus trabajos, sus estudios, todo lo que habían dejado atrás, los demás se lamentaban por haber subido a ese micro maldito -¡Yo sabía que estaba muy lleno!-
Los que no contaban, o sea los niños, continuaban escuchando a la pareja Bryce. Hasta que quisieron leer por cuenta propia, y ésta les pareció la propuesta más interesante que habían escuchado durante su estadía en aquella extraña dimensión.
Uno de los realizadores de la primera expedición (habían sido más de cincuenta) optó por cortarse las venas con su navaja suiza, pero no logró nada, solo se abrió la piel e instantáneamente cicatrizó -es inútil, el chofer intentó romperse la cabeza contra las lunas del bus-, -¿y qué pasó?-, -lo mismo que a ti, se cortó, sangró, pero rápidamente los vidrios regresaron a formar la luna y sus heridas se cerraron-, -debe haber una forma-, -no lo creo-, -quisiera ver televisión, tomar cerveza, fumar-, -eso es imposible-, -¿cómo?-, -ya intentamos que la chica-, -Flor a secas-, -sí, ella, le pedimos que lo hiciera, pero solo salía jugo de frutas o chicha morada, nada de alcohol-, -sin huevadas esto debe ser peor que el infierno-, -o quizás lo es . . . y nosotros no nos queremos dar cuenta-
. . . And now I know how Joan of Arc felt, Now I know how Joan of Arc felt, as the flames rose to her roman nose and her hearing aid started to melt . . .[2]
1 comentario:
Me gusta, sólo avísame dónde puedo tomar aquel bus . . .
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