martes, noviembre 14, 2006

SENTADO

Ellos seguían lateando sin destino a la universidad. Él no tenía clases, ella sí, pero Arturo debía hacer hora hasta recogerla. Cuando se vio solo, optó por caminar un rato. Lamentablemente no tenía libro alguno a la mano para aprovechar y perder el tiempo en la espera.

Se fue a sentar en una de las bancas de aquella plazuela entre la facultad de Económicas y Derecho, cerca de unos árboles donde la leyenda cuenta que una chica se colgó. Entonces se inclinó por aquella banca libre, y le gustó no solo porque lo estuviese, sino porque la de enfrente compartía la misma cualidad.

Descansó un rato, quedándose mirándolas y pensando de igual manera, como cuando se está tan cansado que ni la siesta no cierra los ojos.

Lo que más le gustaba de aquella vista, era que nunca antes había podido apreciarla. La banca estaba situada entre dos tipos de plantas: un arbolito de flores lilas (detrás) y una verde, media marchita (al lado).

Seguía contemplando a la banca y sus dos amigas plantas cuando unos compañeros de su antiguo salón quisieron devolverle al apestoso mundo real. Esperaban que les saludase, sin embargo ni se inmutó mientras se alejaban.

Ellos no eran los únicos que pasaban: una multitud de mujeres, hombres, adolescentes, profesores, colegiales, pre-universitarios, personal de servicio caminaban por ahí. Ninguno se percataba que estaba sentado frente a su camino. Él solo quería seguir con sus pupilas dilatadas observando aquella banca con sus dos amigas plantas; y habría de permanecer allí cuanto tiempo fuese posible.

Arturo pasó la noche entera frente a la banca y sus dos amigas plantas.

A la mañana siguiente, seguía moviéndose sin hacer nada. Eran las siete. La muchedumbre volvió a pasar por su delante, sin reparar en aquel tipo de casaca azul y pantalón más azul que había pernoctado sentado a la intemperie con los ojos abiertos.

Los estudiantes seguían su camino. Nadie había percibido al joven de la mirada clavada en su desinterés. Ellos tenían mucho que hacer antes de preocuparse por aquel -vago que no sabe que el tiempo es valioso como para perderlo sentado mirando sabe Dios qué-

A media mañana, se le acercó una chica. Había realizado una apuesta con sus amigas y no paraba de reírse. Esta consistía en joder a ese huevón que estaba sentado allí sin inmutarse -debe de estar drogado- Arturo hacía caso omiso a la bulla que emitían las cuatro chicas peruanas. Entonces, la seleccionada, se le acercó entre risas -amigo ¿te puedo hacer una pregunta?- Arturo no volteó -te pregunto que ¿qué tienes ahhh? . . . ¿amigo? . . . ¿no me escu . . .?- cuando las vio, sus ojos irradiaron una luz orgásmica, no tardó en caer sentada, mirando aquella banca y sus dos amigas plantas.

Lo mismo sucedió con su grupo de amigas, quienes no necesitaron más que ver aquello señalado por la pareja en su perplejidad para comprender lo que jamás habían estado esperando. Los siguieron en la contemplación.

La gente empezó a sentir mucha curiosidad por aquel grupo de jóvenes que miraban hacia algo que ellos no podían comprender. En un comienzo únicamente echaban un vistazo y seguían su camino; luego vinieron más y más sapos ¡Croac! llamados por la muchedumbre. Un profesor trajo a un guachimán para disiparlos. Empero, nadie se movió de donde estaba Arturo y las muchachas. El profesor y el guachimán no sabían cómo actuar al respecto -hijo ¿qué sucede?, ¿por qué no te vas a tu casa?, ¿tienes problemas?- no necesitó más que voltear la mirada para poner su trasero en el sucio y plomo piso.

La gente sintió miedo, así que algunos prefirieron largarse. Otros se quedaron para tratar de descifrar el enigma. Solo unos lo lograron, entre ellos el guachimán.

Al otro día, ya eran como quince personas las que estaban sentadas sin contar a Arturo. Las madres de las chicas acompañaban absortas a sus hijas. Era algo sin precedentes, todos con caras idas, observando la banca y sus dos amigas plantas. Se acercaban conjuntos con guitarras a interpretar temas alusivos, porque pensaban que existía mucho misticismo en aquel grupo de personas de ojos imparpadeantes sentadas en la mitad de la plaza de su universidad.

-¿Ése de allí fue el primero?, ¿quién es, ah?-, -los Beatlemaniacos le llaman Nowhere Man-, -los trovadores, El hombre que quería ser un árbol-, -¿y cómo le dicen los demás?-, -pobre y triste huevón- como había mucha gente y obviamente música en rededor, tampoco escasearon los vendedores de papitas, golosinas, chicles, cigarrillos, caramelos, toffee, menta y fósforos. La infaltable prensa dijo presente, y en plena transmisión en vivo para todo el país, no se explicaron por qué el camarógrafo empezó a enfocar a la banca y sus amigas las plantas.

A pesar de aquel tan obvio suceso, los espectadores no daban con la causa de tanta contemplación. Así que de a pocos los dejaron tranquilos y se retiraron, incluyendo a quienes, si bien se sentaron voluntariamente y lo intentaron, no lograron nada más que un doloroso adormecimiento de nalgas.

Nunca hablaban ni se movían, siempre observaban a la banca y a sus dos amigas plantas. A las 3 semanas eran treinta y cuatro personas, sin contar a Arturo. Había de todo tipo: rico, pobres, enfermos, sano, profesionales, estudiantes, hombres, mujeres, homosexual, comunistas, empleada del hogar, poeta, matemáticos e historiador. Unidos frente a su goce estático.

La única diferencia era que para aquel entonces, ya a nadie les interesaba, los tomaban como una noticia pasada y aburrida. Se había tornado tedioso verlos todos los días paralizados frente a lo incomprensible -¿y qué te parece?-, -la vida continúa, si te llama, anda, sino, bueno, siempre hay otras cosas para hacer ¿no?-, -¿como vivir?-, -sí, eso mismo, y estudiar y trabajar-, -ah, tú también vives en el mundo real-

Llegado el momento, ninguno de los cuarenta sentados volteó la vista hacia Arturo cuando éste se iba desvaneciendo, pero de a pocos, como si demorase en cargar, hasta que únicamente quedó la banca en donde solo él y nadie más que él, se había sentado durante aquel lapso.

Ellos seguían admirando a la banca y sus dos amigas plantas . . .

2 comentarios:

fabio_21 dijo...

ajaaa!!! ese loco...!! era ora carajo, despues de un dia de mierda en la uni, me he puesto a leer este cuento tuyo, y devo decirte che me a gustado mucho... sobretodo por el profundo q' esta escondido entre las palabras.... como siempre ese toque de picardià y chongo son las q' hacen llamar la atenciòn de quien las lee particularmente a mi ...., puta! hablando como gente normal... tengo que dceirte que tus cuentos son de la puta amre, y espero que hagas muchos mas!!... carajo espero conversar pronto con tigo serrano.... tu pataza fabio!!

Anónimo dijo...

la cagada... de fabulaa!!