jueves, febrero 15, 2007

JUSTICIA POPULAR
Cada medianoche Andrés salía a botar la basura, y como vivía al fondo de la quinta le reventaba recorrer un cuarto de cuadra (el espacio entre su casa y la puerta de la calle) cargando no se cuántos kilos de basura en descomposición, eso porque él esperaba cojudamente que el balde rebose en porquería para recién sacarla; y esperaba también que no hubiese nadie fuera, aunque cuando la madre y el sueño apuraban, se veía en la obligación de ponerse algo “decente” y salir a botar la basura (es que su pijama le daba mucho roche) porque a veces podían pasar personas que él conocía (wazu qué popular se alucinaba) mejor pasar piola, o esperar que llegase la media noche y mismo flautista de Hamelín llevar tras de sí a todas las moscas que estaban invadiendo cada cuarto, antes que sus hermanas y su vieja le gritasen más de lo que ya solían por sus irreverencias.

Lo más jodido que puede haber en verano, no es el calor infernal que no te permite pegar un ojo toda la noche, sino otra amenaza peor: los zancudos, ellos sí son una maldita plaga. Son como almas en pena, hacen bulla misma legión y cuando enciendes la luz, te hacen creer que quizás sólo habría sido tu maldita imaginación paranoica jugándote más bromas que el mismo verano.

Vuelves a apagar la luz, y allí está otra vez, ese sonidito maldito que para concha se pone a zumbar en tus orejas y cuando enciendes la luz nuevamente, te ganas con que tus piernas están todas picoteadas y estallas en una ira tremenda que no se detendrá hasta ver muerto al causante de aquella hinchazón anormal en tu piel, así tengas que sacrificar las escasas horas de sueño restantes y continuar en la lucha hasta que el sol vuelva a joderte en la cara al levantarte a miccionar.

Ah, pero qué tal placer se siente cuando logras así como el Chavo, sin querer queriendo (y recontra queriendo, deseándolo, ansiándolo, a veces incluso más que el sexo) aplastar a alguno de esos pequeños vampiros entre las palmas de tus manos y sentir como esos mililitros de sangre tuya y/o ajena manchan tu triunfo sobre la impertinente naturaleza, o ¿acaso quieres que dentro de unos años inauguren un “Humanic Park” con aquel mosquito?

Pero si vamos a insectos expoliadores de sueño, no existe otro mejor que el grillo, no sé quién le pagará por presentación (además de joder toda la noche) es peor o igual que vivir cerca de una discoteca, por lo menos, algunas canciones pasan piola, pero con el grillo es la misma tonada toda la maldita noche ¿Qué es lo que desean estos animales?, ¿cuál es el propósito de su existencia?, ¿jodernos las horas de sueño?, ¿obligarnos a rezar para ver si así nos quedamos jato?

Y los grillo muy tranquilos de la vida, se quedan allí, escondidos en puntos estratégicos fuera de tu casa, porque si entró, se desatará la tercera guerra mundial por encontrarlo, y no podrán agarrarlo a menos que tengan visión infrarroja, porque esos malditos al igual que sus colegas los zancudos, se callan a penas sienten la presencia amenazadora de un ser humano con cara entre asado y muerto, pero con ganas de matar por el sueño.

Lo más rico como ya he dicho es encontrar al animal, y aplastarlo como se debe, pero cuídense porque saltan . . . o sino traen a sus primos, que no cantan pero son unos grandazos que se golpean toda la noche contra las ventanas.

Ahora bien, ellos no son los únicos jodidos, también están las hormigas trabajadoras ¿trabajadoras? Un momento, yo sólo las veo caminando de un extremo de la pared a otro y ni siquiera cargando un trocito de pan francés del desayuno, nada, sólo paran chocándose, caminan un poco y se vuelven a chocar y luego continúan su travesía. A veces las soplo y ahí sí que se asustan y huyen despavoridas, pero para huevear, no te olvides de llamarlas para hacerte la taba.

Andrés detestaba que las hormigas se le metieran por todos lados ¿y quién no? Una vez dejó un pedazo (será pues ¼) de torta de chocolate en la mesa de la cocina y al rato las hormigas cual si fuesen buitres con un animal muerto en el desierto, ya estaban paseando sus diminutos y diske trabajadores cuerpos llevando consigo algo de la torta que con tanto cariño había preparado su viejita por el cumpleaños de alguno de ellos.

Entonces agarraba el pedazo que quedaba (lo demás ya se lo había empujado) y lo metía al freezer, allí lo dejaba por unos 5 minutos a más hasta cuando llegaba la publicidad y se acordaba que había trasladado las hormigas a una visita sin pasaporte a la antártida. Abría la puerta de la refri y se aseguraba que su trozo de pastel estuviese libre de insectos moviéndose o clamando por algo de calor ¡Ah no, pero hay algunas vivas todavía! –van a ver, las voy a pasteurizar- sacaba el recipiente de la refrigeradora y lo ponía sobre la cocina, entonces colocaba a las hormigas “vivas” sobre alguna de las hornillas y luego . . . encendía las mismas y . . . a comer pastel a comer lechón a dónde el cuerpo les aguante y se vacilaba de su venganza.

Se proyectaba como un general en plena lucha antisubversiva, si tú me comes una torta, pan o algo que yo pueda ingerir (o mi familia) te mato y a toda tu colonia también, así de simple, o por lo menos a los que vea por allí –a ver pe ¿quién se come a quién ahora?- y seguía con su encendedor quemando cada hueco de hormiga –así aprenderán a no meterse con alguien que esté en el nivel superior de la cadena alimenticia, hasta en la Biblia hablan de eso-

Regresaba a su computadora y buscaba algo de información en la Internet, ponía las páginas de los diarios de su país, y los internacionales también. Pudo apreciar en la primera plana como aumentaban las víctimas por picaduras de arañas y dengue –carajo alguien tiene que hacer algo . . . primero se empieza por la casa-

Se dirigió rumbo al patio en busca de algún insecticida, no encontró nada, pero sí el Wizard junto a su encendedor, se acordó de aquella película que había visto de niño y fue a escudriñar futuras víctimas por todos los rincones en dónde permaneciese clandestinamente una que otra telaraña –ahora sí me voy a divertir-

Llegó al baño del patio, un lugar horrible y cochino que servía como bodega de la casa (la ducha no era utilizada, funcionaba sólo para sentarse). Tenía miedo que algún día apareciese algún insecto y él tenga que interrumpir su ceremonia más por el miedo mismo de encontrarse con un ente diferente a el daño que pudiera causar, pero como es mejor prevenir a lamentar, a matar se ha dicho.

Sin miedo alguno de incendiar la casa, fue quemando cada telaraña que divisaba y bajándose por ende a todos los insectos que en ella habitaban, incluso a las moscas atrapadas, pero ¿no sería menos peligroso dar una limpiada a la casa, en vez de recurrir a estos métodos tan drásticos?

Luego de la jornada purifimatadora procedió a descansar fumando un par de fayos los cuales iba a encender de la misma forma en que había aniquilado a los demás seres vivos que compartían los rincones que él no limpiaba (por pereza física y mental) pero se contuvo luego de llegar a la conclusión que sería recontra negligente hacerlo. La matanza química le había quitado ciertas neuronas que en antaño tampoco sabía tenía.

Yo mando aquí, nadie puede vivir en mis territorios sin mi consentimiento, o se van de mi casa o simplemente los tendré que matar. Andrés pensaba en la manera de colocar cierta barrera o trampas o espías o algo que pudiera darle razón del paradero de los demás insectos o simplemente avisarle cuando alguno osara rondar por allí dentro ¿Qué de bueno tiene mi casa que entran tan fácilmente y se quedan como las huevas? Yo no los quiero tener, arañas, moscas, zancudos, hormigas, me joden demasiado, se meten en mi comida y la llenan de sus parásitos, de sus larvas, luego de eso ¿quién carajo va a poder comerla?

Una vez concluido el “trabajo”, sabía que no podría descansar un instante, puesto que esos insectos se reproducían a una velocidad superior a la de la luz y por montones ¿cómo podría luchar contra todos ellos? Se decidió por colocar veneno en cada rincón cochino de la casa, también llenaba su cuarto de humo para que los zancudos no lo jodieran más.

Había sacado la conclusión de que cualquier tipo de humo alejaba a las alimañas; y a los animales en general, a quienes no les venía muy en gracia el ser horneados. Lo había comprobado un par de veces: La primera, fumando marihuana en la casa de un pata, viendo unas pelis en su computadora junto a su perra fiel y mascota protectora de todo el grupo (quisiera ver qué choro tenía el valor de acercarse a nosotros cuando íbamos al portón a comprar hierba junto a la Malú, la cual era yo el encargado de llevarla, mejor dicho, era ella la que me dirigía) y cuando le echábamos nuestro humo en el cuarto cerrado con el propósito se queme con y como nosotros, ella intentaba escapar y rasguñaba la puerta asustada. Yo pensaba que se enojaría y podría morder a alguno, así que mejor no la jodía mucho, pero no, más bien la Malú le guardaba cierto respeto al humo, un respeto que se traducía en su temor. Y saqué otra conclusión, seguro los animales después de todo son más inteligentes que nosotros que malgastamos nuestro dinero y neuronas en vicios y sustancias nocivas para nuestro organismo (así sean naturales), la única diferencia es su ciclo de celo y su incapacidad para articular palabras (como nosotros lo cual no signifique no se comuniquen) después de todo eso, claro que nos superan.

La otra fue cuando nos reunimos en mi casa a lanzar, y dimos con la sorpresa que una cucaracha había ingresado al estudio, en dónde estábamos chineando videos del youtube –ah ya fue, mira lo que voy a hacer- el insecto se había quedado estático, entonces procedí a hornearla como se merecen esas bestias clandestinas –ja, ja, mira como se loquea-, -manya, está como loca-, -fácil podemos inventar un insecticida a base de marihuana-, -yo sería el primero en comprarlo-, -yo también-, -¿para consumo personal?-, -claro pe-

A los animales no les gustaba el humo, eso ya le habían dicho cuando era boy scout, así que compró un montón de esos inciensos y todos los días los prendía por toda la casa, su familia pensaba que se había vuelto espiritual o algo (como se llevaba la Biblia a cada rato) pero no. Tampoco esperaba le agradecieran que la jato andaba: libre de insectos jode noche y comida. El solo placer de mantener su hogar libre (aniquilarlos) era demasiado.

Aún así, no se limitó a defender su casa, empezó a invadir terrenos fuera de ella, porque así como esa cucaracha había podido ingresar ilegalmente, muchas otras ya lo estaban haciendo, y eso le ponía los pelos de punta. Pensar que se paseaban por los cubiertos con los que más tarde comerían, hicieran sus nidos en los cajones de ropa interior y todo su hogar se viese contaminado con esas bazofias con patas en busca de algo mejor.

Cada que salía a botar la basura (antes, como no estaban por su territorio no las jodía, pero apenas cruzaban la frontera bajo su puerta . . . ¡PAAF! de un pisotón, a colarse entre las muertas) y veía a alguna por allí trepada en la pared o estática al observar al gigante que habría matado a sus familiares –y lo mismo haré contigo si osas poner tus peludas patas en mi casa- pero ya se había cansado de las amenazas ¿cómo podría diferenciar cuál era la cucaracha advertida y cuáles, las otras? Luego procedía a destruir a cuanta cucaracha se le cruzara por el camino, sean de las grandes o las chiquitas –si las dejo crecer, ponen crías por todos lados y van a joder más-

Entonces las mataba, pisaba, machacaba, algunas sonaban como globos, otras soltaban sus huevos antes del deceso y también eran destruidos, habían unas que iban montadas o pegadas, otras blancas cambiando de piel –¡puta qué asco!- algunas las arrastraba antes de darles el tiro de gracia y aniquilarlas por completo –sufran cochinadas- porque si piensas que las cucarachas machucándoles el “cerebro o cabeza” mueren, estás equivocado, debes aplastarlas completamente, recuerda que no son seres humanos, tienen un sistema nervioso superior que les permite subsistir así la cabeza haya sido aplastada.

Con los insecticidas no funcionaba, ya se había cansado de rociarlo por cada rincón de baño (y casa, y fuera de ella) y continuaban no sólo naciendo más cucarachas, sino unos insectos con una cola como tijerita, no hacían daño, pero molestaba ver cómo aparecían cuando sacabas el trapeador de la ducha. Aparte que la nueva camada era inmune a cualquier insecticida que les echasen, se vacilaban en tu cara haciéndose los agonizantes para luego salir huyendo a su hueco-casa. O unos zancudos grandazos y negros, pero fáciles de coger a los cuales chancaba el aguijón con las uñas o les arrancaba sin asco las patas y alas, una vez reducidos, reírse al verlos intentando escapar de la cera hirviendo.

A las cucarachas también les hacía lo mismo, a veces encendía una vela y como las encontraba de espaldas, les tiraba todo el material incandescente que poco a poco les iba medrando las ganas de persistir en su lucha por la vida, mientras Andrés se cagaba de risa.

Le traía remembranza de cuando de niño atrapaba insectos en pomos. Eran las arañas de la parte más negra y oscura de la escalera de su quinta, un lugar muy tenebroso que nadie limpiaba, y en dónde uno podría encontrar los especimenes más extraños de insectos producidos por las mutaciones de la contaminación o simplemente por desconocimiento.

Solía atrapar, también cuando niño, los insectos de su colegio. Cada cierto tiempo aparecían orugas por todas las plantas del jardín de su institución educativa, entonces las agarraba y las metía en un pomo vacío de café. Llegando casa se encontraba con sus amigos del barrio y les mostraba lo que había conseguido, ellos miraban cómo esos animalitos se movían de una manera tan graciosa buscando la salida –oe pero déjales aire que sino se mueren-, -es que si abro la tapa se me van a escapar-, -no, yo tengo una forma-, -¿cómo?-, -mira, yo sé de un método para evitar que se escapen-, -a ver- Andrés todavía era un niño, pero aquel día aprendió una lección que jamás olvidaría y la cual marcaría su futura ideología –demuéstrales quién es el que manda y nadie te va a joder- sus dos amigos eran un par de años mayores que él, y sobretodo más despiertos –mira, abre la tapa y pon el pomo así echado como para que las orugas puedan caminar rumbo a la salida- sacó un encendedor, y justo cuando la primera oruga asomaba su cabeza por la salida ¡CHAZZZ! una estela de fuego disparó al animalito hacia el fondo, y con él sus demás compañeros –¡oe pero no seas malo!- reclamó el otro -así van a aprender y nunca se van a meter contigo-, -y tampoco se van a atrever a cruzar-, -pero eso es maldad, esas orugas no le hacen daño a nadie, no pican, no son cochinas, van a ser mariposas en un futuro, lo que estás haciendo ¡es un crimen!- continuaba el otro, mientras Andrés apreciaba admirado al mayor de los tres -NO, lo que estoy haciendo es ciencia, no es ni maldad, ni un crimen, vi a mi hermano que hizo un experimento para la feria de ciencias de su cole y ganó el primer premio, hablaba siempre de un tal Pavlov; aparte insectos son insectos, son todos asquerosos, no le veo la gran diferencia, al final qué importa si son gusanos o cucarachas, igual dan asco y pueden picarte e incluso llegar a matarte-, -ah ves- decía admirado Andrés -y en el caso de mi hermano, él utilizó ratitas de laboratorio-, -¿qué? pero ¿las quemaba?-, -no, sólo las electrocutaba-, -¡qué maldito! yo sabía que Pavlov, era algo así de una campanita con un perro que cuando sonaba, el perro comía así no hubiese nada en el plato-, -sí pero esta es una aplicación, cuando abras la tapa, no van a osar acercarse siquiera, porque saben lo que les espera, mira vamos a quemares por debajo del vidrio para que intenten huir por el calor y a penas lleguen a la salida ¡ZAAAZZZ! otra vez JA, JA, JA- el pata defensor de los derechos de los animales, se retiró indignado –no puedo continuar siendo partícipe de estas injusticias-, -si tanto te jode ¿por qué no haces algo? . . . Te quedas callado . . . entonces sino tienes los huevos suficientes como para enfrentarme, mejor quítate ‘on . . . pero YA CHAU PE- a Andrés le comenzó a parecer divertido, por lo menos le hacía sentir poderoso; si en el colegio los de años superiores lo jodían a más no poder, él tenía sus orugas para desfogarse.

Ahora ya algo mayor, tenía cucarachas rondando por todos lados para saciar su ira, no podía con cuanto delincuente aparecía rondando por su quinta, pero sí con las cucarachas. Una tarde fue al mercado negro y compró cuetones, les amarró una mecha algo larga y esperó que anocheciese. Llegado el momento, con un desarmador, abrió una tapa del desagüe de su quinta (una de las tantas) colocó rápidamente adheridos a limpiatipos cada cuetón en las cuatro esquinas del agujero, y prendió las largas mechas, no sin antes tapar un poco el hoyo para no joder a los vecinos con el sonido, todo en vano . . . se escuchó una gran EXPLOSIÓN, las cucarachas comenzaron a huir despavoridas; Andrés las estaba esperando cargando con su wizard y su encendedor. Fue quemándolas a todas, no se salvó ninguna, le daba tanto placer ver cómo salían eyectadas y caían quemadas dentro del desagüe, claro a otras las aplastaba con sumo cariño y las despedía con una sonrisa cachoza en el rostro. Para terminar la jornada, su escoba las fue barriendo para dentro del hueco, algunas todavía se movían mientras la corriente de mierda iba llevándoselas a mejores puertos –pero ¿qué has hecho?-, -es que podían salirse del desagüe e invadirnos, yo sé que tienen pestes y demás enfermedades, sólo trato de evitarlas . . . es por ustedes, por la protección de todos nosotros-, -estás completamente loco Andrés-

No, mejor ya no abro el otro desagüe, los cuerpo de estos animales van a llegar flotando hasta el otro lado, y las demás van a comprender el mensaje: “no se acerquen sino quieren terminar así”.

La noche siguiente salió, como era habitual, a botar la basura antes de dormir. Era pasada la media noche –qué raro, no hay cucarachas, seguro ya arrugaron y por eso no salen, bueno, entonces he ganado- llegó hasta la puerta de la calle y tampoco vio nada. Toda la quinta estaba dormida, ni siquiera habían ruidos en la calle, ni estrellas en el firmamento; era noche de luna nueva, y aparte todo andaba más nublado y oscuro que nunca.

Andrés continuó su camino de manera lenta, pensando en cómo podría celebrar esta victoria. Iba ensimismado mirando al cielo, sonriendo y tarareando una canción de moda, cuando sintió unos piquetitos en los pies, bajó rápidamente la mirada mientras sentía como unas patitas que le subían por los pies, pantorrillas, muslos y continuaban introduciéndose en su pantalón de buzo –¡qué carajo!- sintió más de esas cosas subiendo a una gran velocidad por sus piernas, recién había logrado percatarse que todo a su alrededor estaba infestado de insectos.

Una legión de cucarachas las cuales habían salido de la parte más oscura de las escaleras se dirigía hacia él. Sus piernas no le respondían, estaba como acalambrado, cuando una nube negra de insectos se abalanzó sobre su rostro y se fueron metiendo por su boca. Intentó gritar, pero era en vano sólo facilitaba el ingreso de más alimañas por todas sus cavidades, aparte de sus oídos y nariz los cuales no se salvaban. No podía respirar, iban mordiéndole y picándole, la sensación lo estaba aniquilando, el dolor de sentir y ver su piel penetrada por insectos. Lo tumbaron al suelo y allí mismo más y más alimañas empezaron a meterse por debajo de sus ropas, y le seguían clavando sus colmillos venenosos. Intentaba zafárselos sacudiendo sus manos, se movía como endemoniado por el suelo sin embargo no era rival para todos aquellos insectos quienes ya lo estaban jalando hacia la parte más oscura de la escalera. Sentía cómo su piel se iba hinchando, cómo se paseaban por su garganta, cómo le picaban los globos oculares, mientras en sus oídos escuchaba una tenebrosa voz que rezaba: "cuando ya no quede nada . . ." no alcanzó a escuchar qué le decían. De sus ojos entraban y salían más insectos, y ya se podía vislumbrar cómo ciertas partes de su piel se confundían entre huesos-carne viva y los insectos dándose un tremendo festín propiciado por su “hambre y sed de justicia”.

Luego de un buen rato de venganza y torturas, los insectos se empezaron a retirar rápidamente porque una mariposa decidió posarse sobre el rostro hinchado por las picaduras y en aquel instante todo el cuerpo maltrecho de Andrés quien aún continuaba con vida, pero no podía gritar ni moverse, empezó a consumirse en un incandescente fuego instantáneo que no se detuvo hasta cuando las hormigas se fueron llevando las últimas cenizas.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

estas mas loko ke una cebra! pero me gusta tu manera de escribir.. demasido franka diria.... pero estas LOKO!! .. y ke artista no lo esta :):) jijiji

Anónimo dijo...

wenOz cuentOz!.. una vez ke empiezaz a leer tienez ke cOntinuar!.. felicitaciOnez!

Anónimo dijo...

si pes tienes razon vivimos entre cucarachas,grillos ,hormigas entre otros insectos q lo unico q hacen es consumirnos lleagando muchas veces a transformarnos en seres como ellos ,solo seres irracionales los cuales mucha veces solo buscan apoderarse de algo

Anónimo dijo...

dejè un comment en el cuento de Pamela yendo a la uni. saludos
Natalia

Anónimo dijo...

Sangre Ze paga Con Sangre Era justo hwaz hwaz

Anónimo dijo...

bueno esos insectos son de lo peor uno ya no los soporta

Anónimo dijo...

manya gonsalo el cuento estubo bueno pucha que alucinante el pata querer eliminar alos insectos cuando el mismo era un insecto i parasito que se creia la gran cagada el loco

Anónimo dijo...

Hola Gonzalo:

Me pediste que comentara tus textos.

La verdad es que un pedido así, siempre es una especie de compromiso. El que los da a leer, está esperando el juicio de los demás. Como ese juicio puede ser positivo o negativo, leer el juicio de los demás siempre es algo de dos filos.

Por otro lado, el que lee, si lo hace tratando de cumplir el pedido de alguien, normalmente, no suele leer con la libertad con la que suele leer otras cosas. Lo cual trae como consecuencia que su lectura no sea lo más 'natural' posible.

Creo ya haber mencionado que me han gustado algunas de las cosas que has publicado. Algunas, repito. Me gustó, particularmente, el artículo dedicado a Los Beatles y la temática de tus cuentos.

Si tu interés es convertirte en escritor, permíteme decirte que escritor es el que escribe no el que quiere escribir. Como tú ya lo haces, si quieres seguir en la senda, y si lo que me pides es un consejo, recomendación o comentario, te diría que trates de revisar tus cuentos y te atrevas a a hacer una versión SERIA de ellos.

Si te fascina el lenguaje oral popular, no hay problema, pero creo que debes adoptar la grafía convencional para ello: poniendo o'e en vez de oe o marcando las palabras conocidas para tu grupo de amigos o conocidos, pero totalmente desconocidas para un guatemalteco o para un español, por ejemplo. Incluso a mí, peruano como soy, se me hace a ratos difícil y pesado leer esos párrafos que deben copiar muy bien el hablar popular, pero se me hacen muy difícil de seguir.

Digamos que está bien culantro, pero no tanto. Pero eso es solo una opinión. Si tu onda es esa y te gusta. Síguela. Lo que se trata es de hacer lo que uno quiere hacer y no lo que lo demás esperan de uno, ¿no?

Saludos desde Alemania

Jorge

Anónimo dijo...

Final inesperado, como siempre