“. . . Hace poco leí la novela de un escritor hispano, de Colombia para ser específicos, el título es María y el autor Jorge Isaacs, la adoré mi Dulce Blanca, la adoré tanto como Werther de Goethe, y digo esto porque ambas me hicieron llorar, ¿recuerdas?, recuerdas cuando nos perdíamos en mi jardín leyendo juntos, y cuando me caían las lágrimas, y con un solo beso tuyo en mi mejilla pude comprender que la ficción jamás superará a la hermosa realidad, la que estoy viviendo al amarte como a las rosas que amo y tanto me recuerdan a ti. Te cuento mi Dulce Blanca que ayer con la llegada de la primavera florecieron también muchas de las rosas bautizadas con tu nombre. Te extraño demasiado, los días en la facultad son tristes y aburridos, yo sigo esperando impaciente el mes que viene porque aquel viene contigo. Y así estaremos solo a meses de que te conviertas en mi esposa. No quiero despedirme sin antes citar estos versos de Walt Withman . . .”

-Candy ¿podrías parar esa mierda?-, -pero es que-, -pero es que no puedo soportar una línea más escrita por el marica de tu novia americana-, -¿Qué chucha tienes oe?-, -ja, ja, ja-, -¿de qué te ríes?-, -por favor pues, quien haya llorado con Werther no debe ser más que un marica virgen, pero de los peores, los escondidos-, -ya, basta oye-, -¿Por qué? Mira cuando aquel patita se haya leído Fausto completo, y en la versión original, y encima se sepa todos los diálogos y los sepa interpretar tanto como comprender, que me escriba y recién allí, podremos conversar, ¿ya?-, -ya, Terry, para tus egocentrismos-, -tienes razón, por qué mejor en vez de discutir por el sodomita ése, nos metemos otro polvazo-, -no, ya no, ya estoy cansada y me duele mucho-, -Puta mare ¡Tanto se tarda el Albert con la hierba!-

Si me buscas . . .